En memoria y acción: Honrar las vidas perdidas y luchar por un futuro más seguro para las comunidades TGI
Las recientes muertes de Nex Benedict y Reyna Hernándezuna mujer trans latina de 54 años de Renton, Washington, son un doloroso recordatorio de la violencia que se ejerce contra las comunidades TGI. Aunque la muerte de Nex etiquetada como suicidiono podemos ignorar las circunstancias que pueden haber contribuido a su trágico final. Del mismo modo, el brutal asesinato de Reyna arroja luz sobre el peligro omnipresente al que se enfrentan las personas trans, especialmente las mujeres trans de color. Estos incidentes subrayan la urgente necesidad de abordar cómo la violencia institucional se traduce en violencia interpersonal contra nuestra comunidad.
La violencia institucional que sufre actualmente nuestra comunidad en más de 30 estados de Estados Unidos conduce a la violencia generalizada, perpetuando un ciclo de daño en nuestra comunidad. Con múltiples ataques documentados contra personas transgénero, de género diverso e intersexuales (TGI) en Estados Unidos, es evidente que estos incidentes alimentan una peligrosa narrativa de que nuestras vidas son desechables. Trágicamente, sólo este año hemos llorado la pérdida de al menos cuatro personas de nuestra comunidad, mientras que el año pasado el número de víctimas ascendió a la asombrosa cifra de cuarenta y cinco y el año anterior a más de cincuenta. Mientras nos esforzamos por evitar más pérdidas en nuestra comunidad, es imperativo dar prioridad a las inversiones intencionadas en el bienestar de las personas TGI. Esto también significa invertir en organizaciones dirigidas por personas TGI que trabajan para nuestras comunidades.
Todos tenemos la responsabilidad de poner fin a la violencia que sigue sufriendo nuestra comunidad. Como comunidad, debemos unir nuestros esfuerzos para combatir el odio y la violencia. Esto implica reforzar el liderazgo dentro de las organizaciones dirigidas por personas trans, proporcionar un apoyo inquebrantable a nuestras comunidades y abogar incansablemente por un cambio sistémico. Si abordamos colectivamente las causas profundas de la violencia y fomentamos una cultura de inclusión y aceptación, podremos trabajar por un futuro en el que todas las personas sean valoradas y respetadas.